lunes, 21 de enero de 2008

Elementos de construcción nada coherentes



Una patita con sus cerdas brillantes, un pedazo de plástico de alguna chuchería rancia, los zapatos desamarrados y poca voluntad para seguir caminando a ningún lado...

Una grieta con miles de duendecillos convertidos en hormigas para aliñar el sufrimiento, el sol siempre violento quemando mis orejas y evaporando mis pensamientos... solo, una vez más de regreso al hoyo...

Día tras día, como siempre subiendo la cuesta a mi casa, la de todos los repetitivos ciclos por la tarde, con mis pies acostumbrados a cada grieta, los orificios los cables y las cucarachas muertas de noche por el quien sabe si divertido o accidental pie de algún transeúnte.

Como una foto o magnifica aparición, la veo a ella de mi mano sin hablar, muda con su extraña sonrisa mirando al infinito como un absurdo fantasma... navego como siempre en la duda mirando lo que no sé si existe, sobre el concreto fatalmente gris y estúpido.

El problema de la incertidumbre (mi incertidumbre claro), sigue siendo después de todo, el desconocer exactamente que es lo que somos o solíamos ser. Aun ahora mientras camino; mucho tiempo después de todo, medito, observo y vuelvo a pensar en cual es la manera mas adecuada para reconstruir el pasado, sin bordes, esquinas ni desperfectos habituales, de esos que puedan cortarnos los dedos cuando trepamos por las paredes buscando las irrisorias cúspides...

Es difícil asirse a los extremos cuando pensamos que al final por fuertes que seamos al aferrarnos (claro y que también lo deseemos), terminaremos cayendo en abismos de palabras y alcantarillas vacías, muy verdes y húmedas...

Como terminar con lo que quizá nunca ha comenzado, con esta recta infinita, con este camino de todos los días, de todas las jornadas, para llegar a casa dando tropiezos sin hacer nada, para dormir sin sueño engañado por el estupor que produce el calor de la tarde, una vez mas felices (o felizmente estúpidos) para repetir mañana el mismo ciclo con la misma infeliz curva ascendente y matemáticamente precisa, para de nuevo llegar a casa encerrarse en el cuarto y terminar leyendo un viejo periódico, una nota de ella, o viendo un retrato viejo de algún cuento del pasado.

Termino sobreviviendo con lo inanimado, comiendo los restos funestos del ayer en la peor de las hambrunas... aun inapetente. Dos años de repeticiones mudas de pantomimas espectrales y de vacío conciente...

Tengo todo, la nada completa en este camino desierto de todos los días, y si te preguntas si soy incapaz de llorar porque mi templanza me envenena, pues te equivocas, lloro siempre mas que nunca ... lloro por ti.


10/11/05
Rafael D. García P.
Nocturnidae
Derechos Reservados

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