domingo, 13 de enero de 2008

Aparición Fatua



Durante la noche eterna descendió una silueta luminosa, con un canto mudo impregnado de gestos hermosos, su divino silencio desorientaba el vuelo de los pájaros, aquellos cuales víctimas fatales yacían en su regazo. ¡Oh fuego entre las sombras maravilloso!... La iluminada forma así anduvo y sigue andando ahora, entre las sombras vacías de las mañanas, entre los cuervos graznantes de afuera y los oscuros noctuídos que residen en nuestras cabezas.
Cuando apareció por primera vez, yo caminaba en el interior del recinto blanco, purgando mis aflicciones, los cuervos volaban sobre mi cabeza al igual que sobre las almas transeúntes que viciaban el espacio, yo observaba fijamente el tiempo postrado con su noble barba y su guadaña cegando vidas e instantes fútiles. Mis ojos dejaron de ser blancos al escuchar el crujir de la apertura y cierre de un portal, pudiendo vislumbrar una delicada figura resplandeciente desplazarse desde el umbral, atravesando cada cuerpo que se interponía en su camino. Caminaba por encima del suelo cual sortilegio de brujas antiguas, con aquella profundidad mágica en su mirada... una mirada cristalizada.
Paseabase entre la maleza con un andar etéreo sin tocar ni una hoja, marchitando delicadamente los corazones, su silencio era solemne, cruel y maravilloso. Yo la observaba a la distancia con cierto temor, aquella mezcla de temor y alivio de los que vencen la muerte momentáneamente, pero aún siguen colgados de una rama en el precipicio.
No podía asegurar en aquel momento si su naturaleza era benévola, mas solo tenia fuerzas para contemplarla. Ella lucia como un alma celeste enmascarada por ramificaciones, coronas colmadas de espinas con aspecto punzante, vestía el color de las sombras de la tarde atravesada por rayos filamentosos de intenso brillo, Ella la máxima evocación mis fantasmagorías angelicales.
Inusitadamente, un sonido salió de su boca y retumbo en infinitos ecos, un canto misterioso e intenso que profanaba el silencio del recinto. Una melodía armoniosa cuyo origen para mí era inimaginable, desconocía el significado de las palabras que conformaban el canto, sin embargo provocaba un estado metaestático de sosiego.
Unas y otras notas fantasmales, entraban y salían de mi cabeza sin poder volver el cuello, me encontraba atrapado por el paroxismo de su encanto. Ella extendió su mano y alzo sus ojos por sobre los muertos, desplegando una estela de mariposas azules hacia el firmamento, los cuervos observaban y aleteaban al mismo tiempo. Plantas espinosas crecían a mí alrededor una y otra vez, muy lentamente sus hojas me amordazaron, envolvieron y enterraron mis miembros. Deje de mirarle por un instante, así el reflejo de la estela luminosa desapareció rápidamente de mis ojos.
Descendí a un abismo, en un trance hipnótico por el recuerdo de su mirada entre ráfagas violentas de olor a tierra amarga. Sin embargo me mantenía vivo. Escuche su voz entre las raíces resonando por los tambores y flautas de las hadas, su canto narcótico me embelesaba. Así cerré los ojos y dormí por varias eras, entre paginas vacías y recuerdos ancestrales...
Desperté entre múltiples palpitaciones, consternado por el tiempo, ya había terminado el eterno invierno. Entre los arboles pude notar su esencia, con su velo de fuego, sublime llamarada de dragones milenarios desplegando sus alas, en el recinto donde se muere y se nace al mismo tiempo. Sus ojos brillaron con aquel fulgor maravilloso... los cuervos quedaron en silencio. En ese momento brotaron lagrimas de plata de sus ojos, sus alas se cerraron y alcanzo la tierra.
Millones de hormigas rojas cubrieron su cuerpo y la devoraron, sin mancillar su esencia, aquel delicioso perfume perenne que colmaba cada esquina, repentinamente, pequeñas siluetas de ella iniciaron una fantasmagórica danza sobre las hormigas, enrollando y atascando sus cuerpezuelos con sus propias mandíbulas. Yo observaba con estupor sin poder levantarme definitivamente de mi letargo. Las pequeñas siluetas se fusionaban y reconstituían la forma original, ahora mas magnifica y más celeste, sin embargo infinitamente más melancólica.
Aun ella huye de los cuervos y de fantasmagorías opalinas, suelo verla como un destello entre las sombras de cada tarde lluviosa, sentada siempre a la izquierda del camino.

Rafael D. García P.
Finalmente terminado 18/03/04

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